Entrevista a Jaime Gamboa (Malpaís)

“Yo creo que de las cosas que uno no debió haber hecho, también aprende.”
  • Dice que en la UNA aprendió lo bueno, lo malo y lo feo de la política.
  • Le sorprende que los “Malpaís” sigan juntos.
Guanacasteco, pasó por Alajuela y ahora habita en Heredia. De crear poemas, realizar publicidad, escribir guiones y hacer música. Jaime Gamboa es uno de los músicos más reconocidos y productivos del país. Pieza clave de Malpaís,  escritor, poeta, Premio de la Cultura 2005, más de 20 discos grabados, ex-presidente de la FEUNA, también miembro del Consejo Universitario, filólogo, director creativo, publicista, columnista, productor del FIA 2004.
Además de su extensa lista de proyectos profesionales vigentes, Jaime Gamboa nos habla de sus pasatiempos, sus escapadas alrededor del país con su novia en busca de una buena fotografía, trabajos independientes, y planes futuros.
Si yo le digo “Jaime Gamboa es…” ¿Cómo la completaría usted?
Yo creo que lo que mejor me define es que a mí me gusta escribir. Es cierto que hago música y que hago producción de diversas cosas. Hice el FIA con Iván (Rodríguez). Me dedico también a la publicidad, hago anuncios, ahora hago guiones. Hace poquito hice “El último comandante” que es una película en la cual trabajé con otra gente.
Malpaís está de vuelta para deleite de un gran número de seguidores que no podían creer que el final de esta banda fuera real. Foto (2010)
Malpaís está de vuelta para deleite de un gran número de seguidores que no podían creer que el final de esta banda fuera real. Foto (2010)
¿Cómo fue la infancia de Jaime? ¿Mucho estudio? Ya que, desde los 6 años estudiaba música.
Sí. Pero es que para nosotros (los hermanos Gamboa) la música no era estudiar, era vacilar.
Mi hermanillo (Fidel) tenia 11 y yo 9 y mi otro hermanillo (Héctor) 7. Y ahí nos hicimos un repertorio desde muy pequeños. Entonces yo diría que fue una infancia feliz, llena de lecturas. Mis papás nos leían desde que estábamos en la cuna.
Mi hermano menor se llama Héctor porque nos leían “La Ilíada”  chiquillos, en la cama. Entonces a Fidel le preguntaron un nombre para su hermanito y él dijo: “Héctor”.
¿Cómo se llevaban de niños los hermanos Gamboa?
[entre risas] Diay, todo era muy sencillo porque era una dictadura: Fidel mandaba y los demás obedecíamos. Entonces no había mucho problema.
Hacíamos muchas cosas juntos. Cuando no estábamos haciendo música o cantando, estábamos dividiendo en voces las canciones para hacer como tipo coral. Sino, estábamos pintando,  y jugando.
Quizás las temporadas más lindas eran cuando íbamos a Guanacaste. Las temporadas allá con los tíos, con los primos corriendo por los potreros.
¿Le hacía a lo de la monta y jinetear?
No, nunca me dio por la monta. Ninguno de los 3. Si nos gustaba ir a ver las corridas, estar en los potreros y ver como herraban el ganado, como lo marcaban, ver ordeñar. También, mi abuelo nos levantaba a las 5 de la mañana y nos llevaba a tomar leche al pie de la vaca. Ir a hacer queso con el abuelo, “El Polaco”. Eran las cosas que nos gustaba hacer allá.
¿Fue una motivación o una presión el tener una familia tan extensamente musical?
Yo creo que fue una motivación siempre. Porque los tíos cantaban muy lindo, tocaban guitarra y uno pues quería ser como ellos. Desarrollar esa habilidad. La presión vino quizás cuando uno en la adolescencia se da cuenta de que no tiene la voz del tío. [risas] Entonces uno elije seguir en la música pero también buscar por donde uno es bueno.
Fidel si [canta]. Aunque él dice que él no es cantante. Pero siempre cantó, aunque fuera poquito. Yo escogí quedarme en el bajo, hacer coritos por ahí y desarrollar más la escritura; cosa que también desde niño se me dio.
Nuestro otro hermano (Héctor) que también era pelota le dio más por el lado de la ilustración, la gráfica, pero él agarra la guitarra y canta y vos decís: “Si, viene de una familia musical”. [sonríe]
¿Qué recuerdos le deja su paso por la UNA?
[Sonríe y deja salir una carcajada] Miles de cosas. Realmente si siento que la UNA me ayudó a formarme en muchos sentidos. Mis profesores de la Escuela de Literatura fueron maravillosos. Como Juan Duran Lucio, Sonia Marta Mora, entre otros. Gente que sigue siendo muy buena. Yo recibí una formación como filólogo muy buena. Y no puedo obviar todo lo que aprendí en la parte política. Seria ingrato al decir que lo mejor que aprendí fue a no meterme en política. [ríe]
En realidad fueron lecciones de vida lo que tuve ahí. El estar dentro de un movimiento político tan a fondo me hizo ver lo bueno, lo malo y lo feo [de la política]. Al final como decisión personal, opté por quedarme un poco al margen.
¿Cuáles son sus pasatiempos?
Leer, ver películas. Me gusta mucho el cine. Pero últimamente, mi pasatiempo preferido es la fotografía y salir a hacer paseos con mi novia e irnos bien lejos a tomar fotos. A veces nos metemos a cualquier barrio; un barrio donde hay una mejenga, nos bajamos con la cámara y cuando nos damos cuenta, estamos rodeados de chiquillos haciendo fotos y conociendo gente. Y digo hacemos, porque ya no las hago solo y me encanta eso. Tener con quien.
¿Qué siente al salir a la calle, caminar y escuchar a la gente diciendo: “Mirá a Jaime Gamboa”?
No, no es así. A veces alguna gente llega y le dice a uno “Usted como que es músico.” o ya hay gente que lo conoce a uno y le dice: “Don Jaime venga, como está”
Pero no, en Costa Rica no es así la cosa (como en México o EE. UU.) y más bien es bonito darse cuenta que uno va de repente a un barrio humilde, perdido allá lejos y de repente hay un muchacho que me dice “¿Usted es el de Malpaís, verdad?”    Lo que se da cuenta uno es que tiene muchos amigos que no conoce y que es bonito conocerlos.
¿Se arrepiente de algo que haya hecho?
Yo no veo la vida así. Porque yo creo que de las cosas que uno no debió haber hecho también aprende. No veo la vida con arrepentimiento.

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